Nació C!!! 2019

Ese martes habíamos planeado con L ir por última vez a la clase de eutonía. Yo no me sentía bien, pero L iba desde otro lugar, así que decidí no decirle nada, me tomé un taxi y nos encontramos en la puerta de lo de Frida. Apenas lo vi le conté que había perdido el tapón mucoso y que me sentía un poco rara. “Nos vamos a casa” fue su primera reaccion, pero yo le dije que estaba bien, y que justamente la clase me iba a venir bien para atravesar esas molestias que estaba teniendo.
Así que subimos a la clase, le comenté a Frida que me sentía un poco rara, y me dijo que haga la clase tranquila, que no me preocupe.
A la media hora más o menos me empezó a costar hacer los ejercicios. Empezaron a agarrarme unas puntadas, no entendía bien qué era, y se me transformaba la cara. Frida me preguntó qué me pasaba y le dije que no estaba segura, que tal vez estaba empezando a tener contracciones.
Seguí toda la clase con algunos ejercicios adaptados, ya confirmando que las puntadas que tenía eran definitivamente mis primeras contracciones de parto. Me animé a hacer el pujodromo aunque con un poco de miedo... y sobre todo con mucha emoción, porque ya sentía que ese simulacro de parto estaba muy muy cerca del verdadero momento.
Volvimos con L a casa, y las contracciones empezaron a ser más seguidas y un poco más fuertes, aunque todavía no me dolían. Me metí en la bañadera mientras L preparaba la cena y le iba avisando en cada contracción para que pudiera ir registrándolas.
Nos sentamos a cenar, comí tranquila, parándome para estar más cómoda cada vez que sentía una nueva contracción.
Cuando vimos que las contracciones empezaban a ser regulares llamamos a la partera. Me dijo que me tomara dos buscapina y me acostara a descansar una hora, y si las contracciones continuaban, ahí sí que las cuente por dos horas y después la vuelva a llamar.
Me acosté a mirar la tele. Las contracciones empezaron a dolerme y yo hacía la “oooo” para aflojar el dolor. También le pedía a Leo que me pusiera la mano en el sacro, y me acompañara con las O también.
De repente me agarraron muchas náuseas y salí corriendo al baño a vomitar. No me habían dicho que podía suceder durante el trabajo de parto, así que llamamos de nuevo a la partera para corroborar que era algo normal.
Las contracciones continuaban así que empezamos a cronometrarlas nuevamente. El dolor seguía subiendo, ya no podía estar acostada, así que empecé a probar distintas posiciones: sentada en la pelota, en el sillón, parada, en el piso con el cuerpo en la pelota, Leo haciéndome masajes en el sacro con una pelotita, y haciendo la “o” conmigo, que ya no lograba decir más ooo porque había pasado a gritar “ahhhhh” en cada contracción.
Pase una hora más así y volvimos a llamar a la partera, que luego de escucharme me dijo que me cambie tranquila y que nos encontrábamos en el sanatorio a la 1:30 de la madrugada.
En el taxi al sanatorio el dolor seguía aumentando... yo le pedí a L que se ocupe de que nadie me hablara, ni el taxista, ni el de seguridad del sanatorio; quería estar concentrada en mi trabajo de parto.
Estuvimos 40 minutos en el hall esperando a la partera que estaba atendiendo otro parto. Yo caminaba por la sala y cada vez que tenía una contracción me agarraba de los sillones y hacía la oooo, o gritaba ahhh, o lo que sea, y siempre L poniéndome la mano en el sacro y acompañando él con la O que era lo único que me relajaba un poco.
Por fin llegó la partera. Me llevó a la guardia para hacerme tacto: 5 de dilatación y bolsa fisurada. L a hacer los trámites de ingreso, yo a sala de preparto.
“Vas a querer la peri?” Me consultó mi partera mientras íbamos a sala de pre parto. “Claro que si!” En qué momento pensé que existía la posibilidad de sobrellevar ese dolor sin anestesia??? Benditas sean las que pueden hacerlo, yo quería mi anestesia y la quería ya.
El anestesista tardó bastante en llegar. Mientras tanto yo en sala de pre parto seguía con contracciones cada vez más fuertes. Me pusieron el monitoreo al principio y estaba todo bien. Luego me lo sacaron para que yo pudiera moverme libremente, pero me costaba mucho levantarme de la cama por el dolor que sentía. “La cabeza está muy alta todavía”. Yo seguía dilatando pero C no bajaba. En uno de los tactos rompí bolsa, con un poco de ayuda de la partera, a ver si así se aceleraba un poco el descenso del bebé.
Llegó el equipo completo y me pasaron a sala de parto. L se fue a cambiar y mientras me pusieron la peridural. Qué sensación tan rara... nunca me habían puesto anestesia, nunca había tenido una intervención. Por suerte el anestesista me iba explicando todo lo que podía llegar a sentir: el cosquilleo en cada pierna, el temblor, la sensación de frío en la espalda. Sentí todo eso, y de repente, deje de sentir dolor. Ahí empezamos con los pujos. L al lado mío sosteniéndome, diciéndome palabras de aliento, acercándome oxigeno. “Vamos que ya estás con dilatación completa” me decía la partera. Solo tenía que hacer un poco más de fuerza en los pujos para ayudar a C a bajar al canal de parto. Pasó más de una hora y yo empecé a sentir nuevamente las contracciones. Pedí un extra de peridural porque estaba muy cansada y no quería volver a pasar por ese dolor con el que había empezado. Ahí perdí la noción de las contracciones y la partera y obstetra me avisaban cuando venía una para que vuelva a pujar. En el monitoreo empezaba a escucharse cómo bajaba la frecuencia cardíaca de C en cada contracción, así que probamos un par de veces más, y luego acordamos con la obstetra que lo mejor era ir a cesárea para evitar el sufrimiento fetal. Enseguida me trasladaron al quirófano, yo hacía chistes por los nervios, porque nunca me habían operado de nada, y la sensación de no sentir el cuerpo de la cintura para abajo me daba mucha impresión, así que prefería pensar en otra cosa. En menos de 15 minutos me dijeron que ya estaba por salir, y en seguida escuché su llanto. Bajaron la tela y me mostraron a mi bebé, hermoso, anunciando su llegada a este lado del mundo. Atrás mío escuchaba el llanto emocionado de L. A mi no me salía sonido... solo me caían lagrimas y lo miraba... enseguida me lo pusieron en el pecho y lo llené de besos, y después L se lo llevó en brazos a hacer los controles mientras a mi me cosían y limpiaban. Al volver L lo puso en mi pecho otra vez y se fue a cambiar, y con C a upa mío terminaron de limpiarme, me pasaron de camilla y nos subieron a la habitación, a los dos muy abrazaditos, empezando a conocernos, a enamorarnos.

Gracias Frida y Eva por cada encuentro y por toda la contención brindada. Desde esa primera clase “rara” en la que me emocioné viendo a otra mujer en el pujodromo, hasta la última en la que para alguna pareja que venía por primera vez habrá sido aún más rara, compartiendo la clase con una desconocida que estaba comenzando allí mismo su trabajo de parto... :-)

Un abrazo grande!
C, L y A