El nacimiento de Juana
Estaba por dormir, me acosté y sentí un "plop", salí corriendo al baño. Rompí bolsa! A pesar de estar en la semana 38.2 no esperábamos que comenzara en ese momento. Pensé no estoy lista, pensé en mi hija mayor durmiendo en su habitación, en cada cosa que planeaba tener lista cuando llegara el momento. Le escribí a Vero, me sentía bien y las contracciones eran irregulares cada 15/20 minutos, suaves. Sentía frío, me metí en la cama y Lucio me preparo un té. Vero me dijo que intente descansar.
Mariana me escribió: llegó el gran día! Sentí una gran emoción, estaba por conocer a mi bebé y me empecé a despedir de la panza.
Enseguida las contracciones se hicieron más seguidas y más intensas, con la luz tenue me senté en la pelota para pasar las contracciones y Lucio me ayudó a hacer las suspensiones.
Cuando Vero me dijo que venia a casa me dió tranquilidad, sentía que todo avanzaba muy rápido. Le avisé a mi hermana que viniera a casa para quedarse con Mora cuando nosotros tuviéramos que ir a la clínica, llegó en 15 minutos.
Llegó Vero, me dió un abrazo fuerte. Era la primera vez que nos veíamos personalmente pero sentí como si la conociera desde siempre, era la persona que había elegido para que me acompañe en este momento.
Las contracciones se espaciaron y se hicieron más suaves. Vero me reviso y me dijo que todavía faltaba mucho.
Se despertó Mora, le expliqué que iba a nacer su hermana, que en un rato nos iríamos a la clínica y ella se iba a quedar con la tia, "ay, no estoy lista mami" la abrace aguantando el llanto y le conté lo que iba a pasar. Se levantó para ver qué estaba pasando, el living de casa parecía una fiesta. Eran las 2 AM y sentía que en casa había mucha gente. Todos íbamos a intentar descansar. Vero me dejó unos globulitos de homeopatía y se fue a su casa. Lucio acompañó a Mora a dormir y se quedó dormido con ella.
Yo sabía que necesitaba estar sola y conectarme conmigo. Me metí en la cama y me puse la meditación del arcoiris que me había pasado Mariana, volvieron las contracciones, en cada contracción iba a la pelota.
Ya sentía más dolor, lo desperté a Lucio y le pedí que llene la bañadera. El agua caliente me relajo y fue un gran alivio, hicimos la OOOOO. Entre las contracciones me sentía muy bien, escuchábamos a Pedro Aznar, cantamos juntos, pero cada vez eran más intensas y seguidas (tres minutos, dos minutos, uno y medio, cuatro) aunque no regulares.
sentía mucho dolor. Le pedí a Lucio que llame a Vero, quería ir a la clínica, me preocupaba que Mora se despierte y me escuchara. Llegó rápido, me revisó, todavía faltaba. Salimos camino al Otamendi, las contracciones eran muy intensas. Mientras Lucio hacia el ingreso, fuimos con Vero hasta la sala de partos, en el recorrido hasta ahí me abrazaba a Vero en cada contracción (recuerdo su buzo azul tan suave).
En la sala de pre parto nos cambiamos, entramos a la sala de parto y entré en la pileta, nuevamente el agua caliente fue un alivio. Todavía era de noche, la luz era suave, Vero puso unos aromas, pusimos nuestra música.
Un rato después llegó Mariana, percibí su energía calma y amorosa. Estaba comenzando a amanecer y la luz entraba por la ventana.
El dolor de las contracciones era realmente intenso, arrodillada en la pileta Vero y Mariana me sostenían las manos y Lucio hacia presión con sus manos en mi cadera. Empecé a sentir miedo de no poder, qué pasaría después, no imaginaba poder tolerar más dolor.
Recuerdo a Mariana mirándome a los ojos diciendo suavemente "ATRAVESALA"... relaje el cuerpo. Todos hacían la O conmigo. Y después de la contracción un alivio que se sentía como una electricidad que recorre todo el cuerpo. Mariana me guiaba para moverme.
Perdí la noción del tiempo, mi percepción llegaba hasta el límite de la pileta. Mantenía los ojos cerrados. Lucio me acompañaba haciéndome masajes al rededor de los ojos y creo que por un momento nos quedamos dormidos.
Salí de la pileta, fui al baño, Mariana me revisó, todavía falta. La bebé quedaba trabada en algo que le hacía como una vinchita.
Volví a la pileta, las contracciones eran tan seguidas que no me llegaba a relajar de una y venía otra.
"No puedo", Vero me alentaba y me decía que iba bien, no recuerdo las palabras pero si recuerdo las miradas, los tonos y gestos, como una gran madre en quien confiar.
Mariana me sostenía las manos. Sentí tanto cansancio que creí que no podría continuar, el mismo cansancio que había sentido 7 años atrás cuando nació mi primera hija, y lloré, lloré por el cansancio y por ese primer parto en el que no hubo tiempo, en el que tenía tanta anestesia que no sentí nada y no pude moverme, lloré el enojo, la culpa y la tristeza, pensé en Mora, en el nacimiento que había deseado para ella.
En ese momento sentía dolor, pero era dolor, no sufrimiento, yo elijo esta forma de parir y recibir a mi hija. En ese momento lo sabía.
Vero dice que para parir hay que transformarse, estaba ocurriendo. Sentí calor, cansancio y euforia. Necesitaba gritar. Vero me ponía paños fríos en la frente.
Empece a pujar, no se cuánto tiempo pasó. Sentí su cabeza bajando. Estaba ahí, pude tocarla. Otra contracción, grité y salió la cabeza. Mariana y Vero esperaban. Lucio me sostenía con una presencia tranquila. La tenía y en la siguiente contracción la sostuve con mis manos mientras salía su cuerpito. Nació mirando hacia adelante y con vueltas de cordón. La desenredaron y Juani estaba relajada, tranquila, completamente debajo del agua. La pusieron en mi pecho, sentí su respiración, su llanto. fue un encuentro amoroso, intenso y maravilloso.
A las 11:24 AM nació Juana.
Escribo este relato llena de emoción y gratitud.
Gratitud por Lucio que fue el compañero que necesité, que me escuchó y vivió conmigo este camino que nos unió.
Por Ana, la mejor hermana que puede existir, que cuido de Mora y estuvo ahí dándome la tranquilidad de que esa parte de mi corazón estaba a salvo.
Y por Mariana y Vero que me sostuvieron física y emocionalmente, me dieron la mano y me guiaron a ese lugar tan profundo que yo desconocía, dándome la seguridad y confianza de saberme cuidada y comprendida.