Nació Julia

Julia nació el 7 de Julio a la 1:16 am. Su llegada al mundo fue finalmente por cesárea, tras una inducción y 9 horas de trabajo de parto hasta los 9cm de dilatación, tras lo cual dejó de avanzar y la bebé comenzó con una taquicardia que nos hizo decidir sacarla pronto.

Quería compartir con ustedes mi experiencia en torno al embarazo y parto.
Tuve un embarazo hermosísimo, super saludable. Se concretó en un momento muy lindo de mi vida.
Crecí con el relato de que mi hermana y yo habíamos nacido por cesárea porque mi mamá tenía lo que le habían dicho “útero perezoso” (yo nací también en 41.2 y el cuerpo de mi mamá/o yo no respondimos a ninguna inducción). Resuelta a querer parir vaginalmente a mi bebé, uno de los primeros miedos que aparecieron fue el de no poder. Aferrándome al “los partos no se heredan” que alguien me dijo, trabajé mucho sobre eso y para prepararme para recibirla: seguí con yoga, en osteopatía le pedía que chequeara si los huesos de la pelvis estaban móviles y disponibles, hice un poco de Alexander y, finalmente, en el tercer trimestre llegamos a Eutonía.
Las clases y la lectura y práctica del libro en casa fueron un salto cualitativo en todo el proceso. Principalmente porque lo incorporaron a Yann, mi compañero y papá del bebé, y nos ofreció herramientas para un tránsito mucho mucho más amoroso. A los tres nos encantó, lo disfrutábamos y esperábamos el miércoles con ansias (y el último mes agregamos una clase más por semana).
En la semana 39 el obstetra me revisó y estaba con medio cuello de útero borrado y 1 de dilatación. Ello aparecía como favorable en términos de respuesta de mi cuerpo.
Luego vino una espera infinita. Ya de licencia los dos, todo podía desencadenarse en cualquier momento, por lo que no organizábamos nada y en el día a día íbamos improvisando planes y cosas que tuviéramos ganas de hacer. Fue espectacular porque como todo podía ser “la ultima vez antes de la llegada de Julia”, salimos mucho, vimos muchas películas en cualquier momento del día, nos levantábamos sin despertador, comíamos platos super elaborados y acopiábamos las sobras en el freezer…
Semana 40 y nada. Yo decidí apagar el teléfono porque no podía lidiar con mi ansiedad y la ajena: “y???”, “alguna novedad?”, “por donde andan…?”. Hasta los “hola” resonaban a “cuando nace?”.
En la visita al obstetra se sumaron monitoreo y ecografía para evaluar la situación. Él ya nos había dicho que hasta la 41 y pico estaba todo bien y que esos datos nos indicarían cómo seguir. El tema es que nos agarraba el fin de semana largo y había que poner una fecha tomando eso en consideración, porque como era programado había que evitar superponerlo a otra (para que el equipo que pensábamos tener no tuviese superposición). Finalmente, decidimos hacer la inducción el viernes 6.
Esos dos días previos fueron de una paz total. Le hablamos a la bebé nuevamente, diciéndole cuánto la estábamos esperando, que queríamos recibirla…pero nada.
La noche anterior dormimos muy bien y nos levantamos con una calma llamativa. Agarramos los bolsos y armamos el arsenal de herramientas para el trabajo de parto: música, parlantito, mat, pelota, pelotitas, flota flota… Transportábamos un circo!
Llegamos al Anchorena San Martín (recién inaugurado, decidimos tenerla ahí porque nuestro obstetra sería el jefe del área y porque construyeron UTPR). Allí en el monitoreo Julia estaba en 180 pulsaciones en reposo, frente a lo que nos dijeron que de mantenerse sería muy arriesgado intentar la inducción. Luego nos suben a la UTPR y no sabía cómo transmitirle calma a la bebé. Hice ooo silenciosas en el ascensor. Por suerte, algo de lo que hice funcionó y unos minutos más tarde, en el nuevo monitoreo dio todo excelente y comenzó el goteo.
La inducción prosperó muy bien, lenta pero sostenidamente y las ooo y los elementos fueron grandes aliados en el proceso. El rol de Yann fue fundamental. En la sala pusimos música, bailamos, caminamos… en determinado momento parecíamos una coreografía de Pina Bausch (yo iba adelante y Yann atrás mío con el palito de la vía siguiéndome y frenábamos en las contracciones y hacíamos las ooo y me ponía en cuclillas y luego seguíamos con la fila). Nos sorprendió inclusive lo tranquilos que estábamos en todo eso.
Pedí la peridural, estábamos hace rato y ,si bien estaba sobrellevando bien el dolor, temía que más adelante empeorara y mi cansancio me jugara en contra.
La partera nos ayudó mucho y alrededor de las 21 estaba en 9cm de dilatación. A partir de allí, se freno. Ella ya le tocaba los pelos a la bebé. Me empezó a pedir que pujara para bajarla hasta el canal. Estuve hora y media pujando en la mayoría de las contracciones. Agotador, y cada vez más me costaba dirigir la fuerza, las piernas me temblaban. Julia resistía activamente. En determinado momento, el monitoreo empezó a dar nuevamente muy alto y no bajaba. Se mantuvo una media hora arriba de 180-190, se trataba de taquicardia fetal, y eso ya comprometía su salud.
Vino el obstetra, seguimos intentando, pero rápidamente me dijo que si bien podría estar unas 5 horas más sin problemas, el límite era el dato del monitoreo y la salud de la bebé. Que él creía que había que ir al quirófano y hacerla nacer por cesárea. Por suerte en las últimas semanas había resignificado la operación.
Y obviamente no lo dudé, mucho menos al aparecer como el final de un proceso hermoso a través del cual conoceríamos a Julia. Y con la posibilidad de haber transitado maravillosamente un trabajo de parto que nunca pensé que podía tener.
De ese modo, 23:30 se decidió y a las 1:16 nacía Julia, totalmente sana, con los ojos abiertos y se prendió inmediatamente a la teta.
Gracias Frida y Eva. Con certeza no hubiese sido así sin el cariño y las herramientas que nos brindaron.

Yann, Brenda y Julia.