Nació L!!!2018!

Hola Frida, después de 16 días me puedo hacer el tiempo que deseaba para sentarme a escribir el relato del nacimiento de L, esta criaturita que llegó para cambiarnos la vida haciendo de ella una nueva experiencia oxitocinosa y de amor incondicional.
L nació el sábado 27 de octubre a las 00.50hs. Luego de casi 5 horas de trabajo de parto en la semana 40 y 4 días. Ese viernes habíamos tenido obstetra, cuando me controló yo tenía uno y medio – casi dos - de dilatación y el cuello del útero estaba borrado desde el miércoles. Según mi obstetra, del fin de semana no pasaba, pero había que llamarla, darle la bienvenida. Llegamos a casa al mediodía y nos pusimos a cantarle canciones, mientras tomaba un té de frambuesa y leía con mi compañero “el cuaderno de vida” que comencé a hacerle desde el momento en que me enteré que estaba embarazada, el 22 de febrero. Lloramos mientras leíamos aquellos primeros momentos, ver las fotos y cómo fuimos transitando la gestación de L y de nosotrxs como papá y mamá. Almorzamos con mi mamá y ella me invitó a salir a caminar, caminamos como 30 cuadras, en el medio paré a hacer pis y cuando voy al baño había desprendido gran parte del tapón mucoso. Vuelvo a mi casa, eran alrededor de las 17hs., le cuento al obstetra y me dice que seguramente había sido por el tacto, todo normal. Me baño, a las 19hs. estábamos en la ferretería y a las 20hs. tiradxs en la cama comenzó el trabajo de parto.
Desde la primera contracción me di cuenta que eran diferentes, era “bien el útero” lo que sentía, eso no lo había sentido así hasta ese momento. Comenzaron cada 10 a 15 minutos y a la hora se habían acelerado. Me fui a la bañadera para ver si cambiaba y ahí mi compañero hizo la primera llamada a la partera, eran las 21hs. La indicación fue que èl siga controlando los tiempos y la llamemos a la hora si es que no teníamos que llamarla antes. En la bañera, A, mi pareja, desde afuera, me guiaba con la “O”, yo lo seguía primero más concienzudamente. A las 21.40 con contracciones de cada 3 a 5 minutos la vuelve a llamar, me pasa el teléfono pero yo no podía terminar de hablar que ya venía otra contracción. La partera nos escuchaba desde el otro lado emitiendo la “O” cuando se venía otra contracción, con muchísimo dolor. Nos preguntó qué queríamos hacer. Yo tenía dudas de si ya salir o no. Mi miedo era estar anticipándonos y llegar demasiado verdes a la clínica porque mi deseo, nuestro deseo, era hacer la mayor parte del trabajo de parto en casa. Nos dijo que la volvamos a llamar en un rato. Salgo de la bañera, usamos la pelota, me cuelgo del cuello de A bajando el coxis como nos había enseñado mi reflexóloga que trabajó muchísimos años en el Italiano dando parte de los curso de preparto, también cantamos. Usamos entre lxs dos todos los recursos que se nos aparecían, pero el dolor estaba intensísimo. En el medio fui al baño a hacer caca como 3 veces y me quería ir a dormir, me fui a la cama pero no me daba el tiempo para descansar entre contracción y contracción. Estaba agotada, temblaba. Entonces, ya a las 22.20 con contracciones cada dos minutos, A vuelve a llamar a la partera. Le aclaramos que estábamos en Villa Crespo y que teníamos como 30 o 40 minutos de viaje hasta la Trinidad de San Isidro donde íbamos a parir. Ella le comentó que eran señales de agotamiento.A me preguntó qué quería hacer. Le comento mi miedo de estar apresurándonos y que, por otra parte, sentía que todo estaba yendo más rápido, que estaban siendo más seguidas. Sumado a la incertidumbre de saber si la gorda esté bien, porque era tanto el dolor en las contracciones que pensaba cómo estaría ella. Le comentè esto a mi compañero y juntxs decidimos salir. El auto estaba a media cuadra, esperamos a la siguiente contracción y cuando termino empezamos a caminar, en la esquina viene otra y adelante de dos muchachos de delivery de viernes por la noche nosotrxs recitábamos la “O” mientras A iba cargado de bártulos y yo caminaba como podía. Nos subimos al auto y fue durísimo atravesar las contracciones ahí, me colgaba del techo y en contra de toda técnica de relajación y conciencia corporal mordía una remera para poder atravesarlas, como me había dicho una abuelita amiga. A las 23hs. llegamos, la partera nos estaba esperando. Vamos directo a la sala de preparto, me tactó con mucho amor y estaba con 8 de dilatación. Me preguntó si quería anestesia. Previamente yo sostenía que, dentro de lo posible, si podría la evitaría, pero también estaba abierta a dejar que las circunstancias me guían y realmente el dolor era muchísimo. Mi sensación era que el trabajo de parto termine y que ya naciera y, tal vez, si recibía la anestesia, podría transitarlo con mayor disfrute y sin apurarme. Decidí recibir la anestesia. Llegó el anestesista y luego mi obstetra. La partera me calmaba diciéndome que hice bien en pedir la anestesia porque tuve un shock de contracciones: 5 contracciones de 1 minuto en menos de 10 minutos. Estaba con monitoreos y la gorda estaba bien. Mi compañero me acompañó todo el tiempo y nunca me sentí tan cuidada. Mientras lo mandaron a cambiarse a mí me colocaban la anestesia. Él quería entrar pero no lo dejaban porque por protocolo no pueden haber acompañantes para que no muevan sin querer a la parturienta en el momento del pinchazo, él sólo quería que me abracen, entonces llama a la partera y le pide que, por favor, me abrace ella. Me trataron con muchísimo amor, la partera me abrazaba mientras el anestesista puso música y cantando me ponía la anestesia, la enfermera me preguntaba por mí y la beba y yo me sentía cuidada y más cerca de la llegada de L. Entró de nuevo mi compa, con el obstetra y todo el equipo de parto. Eran las 23.50hs. Roberto, mi médico, me saludó muy amorosamente, me revisa y comenta: “Pero qué lindo que está esto”, nos reíamos que parecía un chef frente al mejor pedazo de carne. Estaba a 45 grados bastante incorporada y me subieron los estribos para que ponga las piernas, escucho “vas muy bien” todo fluía y yo me maravillaba de que todo se daba armoniosamente. En un momento, como a L le bajaron un poco las pulsaciones me pusieron oxígeno (después la partera nos explicó que le dicen la “fase de la angustia”, o algo así, que es el pasaje del bebé por la parte más angosta del canal vaginal). De eso me enteré después porque muy cuidadosamente no me dijeron nada, solo me dijeron que me ponga el oxígeno que eso le hacía bien a L. Mary, la partera, me dijo que me ponga de costado y me hacen pujar de nuevo “pujo sonriendo” mi compañero me decía “vas muy bien” y me sonreía mientras me acariciaba y me decía “estás sonriendo, muy bien, mi amor”. Me piden que gire nuevamente boca arriba, me dicen de pujar de nuevo y no recuerdo bien, pero fueron dos o tres pujos más, el obstetra me vuelve a preguntar si quería tocarla, lo hago y toda su cabecita ya estaba en mi mano, pujo nuevamente sonriendo y reteniendo el aire, y salió, resbaladiza y en un llanto cortito y suave, L. Eran las 00.50 de un 27 de octubre de 2018 y recibíamoa a nuestro amor, nuestra hija. Agradezco profundamente y para siempre a mi obstetra, Roberto Cremona, a mi partera, Mary Mamani, a la Trinidad de San Isidro, institución con la que me saco el sombrero por la atención y trato recibido tanto a mí como a la gorda. Esto es inmenso. Ahora entiendo todo, la vida misma. Gracias Frida por acompañarnos. S, A y L