Embarazo y Nacimiento de Martina - 10/04/2021
Todo comenzó un 5 de agosto. Una serie de malestares físicos que iniciaron a la madrugada (dolor de panza tipo menstrual incrementado, presión baja, vómitos, diarrea, hasta casi desmayo), daban cuenta de que había algo raro y distinto en mí. Consulte a un médico por tele consulta (ya que nos encontrábamos en plena pandemia Covid19), y según mis síntomas me trató como una gastroenterocolitis. A la tarde-noche hablé con Romi, una de mis amigas ginecólogas, y seguí su consejo de realizarme un test de embarazo para saber que estaba sucediendo en mi cuerpo (hace unas semanas me había dicho que para ella estaba embarazada, y le decía imposible, “todavía me tiene que venir”). El test de embarazo dio positivo, en el día 28 de mi ciclo menstrual. Fue una noticia que nos sorprendió, pero lo aceptamos y así fue que comenzó a dar un vuelco nuestras vidas y a visualizar el nuevo camino a seguir.
Mis primeros controles los realicé en un hospital de la comunidad, en los cuales entraba sola por la situación de pandemia, ya sea para control obstétrico, ecografía, demás estudios, y no fue agradable vivir esas experiencias de nuestro primer embarazo de esa forma. En uno de los controles le consulte al obstetra si el día del parto podría estar acompañada por una partera que elija y me respondió que en una situación fuera de la pandemia sería posible, pero lo veía muy lejano que se pudiera lograr en unos meses. Tenía decidido que mi partera sería Vero Plá, amiga que conocí en la carrera de Obstetricia, que se dedica a acompañar nacimientos respetuosos, ya sea en institución o domicilio. Su experiencia, responsabilidad, su capacidad de adaptarse a diferentes situaciones, su calidad humana y el ser muy perceptiva y amorosa, entre muchas más cualidades, hizo que sea la persona elegida para que nos acompañe. A través de Vero conocí a mi obstetra Mariana Rabinovich en la semana 16 del embarazo. Le envié un Whatsapp e inmediatamente se contactó conmigo por llamada telefónica. Me dio un turno no tan distante, y me dijo que podía entrar acompañada de mi pareja, siempre respetando los protocolos. La conocimos y en la primera consulta supe que era ella quien deseaba que me acompañara el resto del embarazo. La consulta duró más de una hora, y conocimos a una mujer cálida, empática, amorosa, muy responsable con su trabajo y muy cercana a pesar de las distancias que debíamos tomar por el covid. Desde el primer control hasta el último hizo partícipe activo a Nico y me incentivo a conectarme como mujer embarazada, guardando la Brenda Partera y sus conocimientos momentáneamente en una “cajita”. Por su recomendación, empezamos en diciembre las clases de Eutonía con Frida Kaplan, y las continuamos hasta el final del embarazo, ya que fueron fundamentales para ambos por el aprendizaje interno que realizamos. A mí en particular me ayudó a atravesar el dolor, reconocer mi pelvis, tener confianza en mi compañero Nicolás, y dejarme acompañar a través del contacto con el sacro.
En la semana 28 arrancamos el ciclo de abordaje para el nacimiento con Vero Plá y conocimos a las parejas que teníamos fecha de parto entre marzo-abril. Iniciamos un camino y vinculación diferente que realizamos junto al resto de las parejas, y nosotros internamente para recibir de la mejor manera posible, amorosamente y fisiológicamente a nuestra bebé.
Llegó el mes de abril, y Martina fue la última bebe del grupo en decidir qué día nacer.
El jueves fuimos al control, ya en la semana 39,3 y Mariana me dijo, “ya tenés cara de parto, no creo que nos volvamos a ver con panza el próximo jueves”. Su mirada reflejaba tranquilidad, confianza en mí y Martu, que hizo que sintiera que el día que nos conociéramos no pareciera tan lejano. Ya venía hace semanas con contracciones leves, irregulares, tolerables, todas las noches y en la mañana desaparecían. Sabía que estas contracciones iban a ayudar a madurar el cuello del útero y eran muy bien recibidas. El viernes 9, estuve tranquila, lo disfrutamos mucho con Nico, comimos un huevito de pascuas en la merienda, a la noche cenamos unas empanadas de carne que cocine con muchas ganas, vimos una peli en la cama (“Ciego, sordo y Locos”) y luego me dormí profundamente. A Nico le costó bastante dormirse, en un momento me pidió si me podía dar vuelta porque yo roncaba mucho, puso su mano en mi panza y Martina le dio una patada, como señal de que ella tampoco podía dormir (no sabemos si era por los ronquidos o porque estaba por pasar algo). En un momento de la madrugada, cerca de las 4:30, me desperté con una contracción que era distinta. Me levanté, fui al baño, porque por lo general orinaba y se me pasaban. Sentada en el inodoro volvió otra contracción y dije “por las dudas voy a controlarlas”. Tomé mi celular, me senté en el borde de la cama, y hacia la “O” en silencio para que no se despertara Nico. Eran contracciones irregulares, cada 10, 15, 5, 7 minutos, no sentía dolor, las podía controlar bien. En un momento Nico se despertó y se quedó poniendo su mano en mi sacro. Luego se levantó de la cama, porque le pareció que esto podría llegar a arrancar, así que fue al comedor y trajo la pelota a los pies de nuestra cama. Él, a pesar de haber dormido poco, estaba atento y cariñoso, cuidando de todos los detalles, con la adrenalina y endorfinas que empezaba a recorrer su cuerpo. Me levanté, caminé hacia la pelota con él de la mano, me senté y comencé a balancearme (con cada contracción repetía la “O”, ya con un sonido bajo, y él sostenía su mano en mi sacro). A las 6.30 le avisó a Vero, por si estaba en otro nacimiento y para que se prepare para venir a casa, porque el viaje era largo. Alrededor de las 6.30 empecé a perder el tapón mucoso (muy poquita cantidad, rosadito), y Vero se preparó para venir a casa a acompañarme en el trabajo de parto. Nuestro plan era pasar el trabajo de parto en casa y luego ir al Sanatorio Otamendi a la bañera de partos para tener el nacimiento en el agua. Nico entre contracción y contracción iba acomodando las cosas en la casa para que cuando Vero llegara estuviéramos listos. En un momento comencé a sentir más intensidad en las contracciones y sensaciones, pero estaba pendiente de todo alrededor, me concentraba en hacer la “O” durante la contracción y una respiración profunda con relajación luego de la misma. Cuando pasaban las contracciones hablaba con Nico, le daba indicaciones de que hacer, que me gustaba, si me masajeaba o no, y a su vez le preguntaba que hablaba con Vero. Sentía ganas de ir de cuerpo, por lo que me levanté de la pelota y fui al baño. Me quede sentada un ratito en el inodoro. Llegó Vero, cuando la vi, sonreímos, felices de que el día llegó, me relajé y me entregué a ella. Charlamos, me vio muy bien y tranquila, le di la mano y un abrazo, fuimos a la habitación para que me revisara. Me dijo que estaba con 6-7 cm de dilatación, que el cuello estaba tenso y que faltaba todavía, por lo que me ofreció que me metiera en la bañera de mi casa para relajarme... Nico preparó la bañera junto con Vero, cuando estaba lista entre al baño que tenía aroma a eucalipto, me metí en la bañera y me senté. Nico estaba a mi lado con su mano en mi sacro y juntos hacíamos la O cuando venía la contracción. Vero estaba hablando por teléfono con Mariana para contarle cómo veníamos y llamó al sanatorio (le dijeron que la bañera estaba disponible, y la comenzaron a preparar para nosotras). Pasaron alrededor de veinte minutos y sentí que las contracciones se hicieron más intensas, sentí mucha presión en la vagina, y me dieron ganas de empujar y hacer caca. Seguíamos haciendo la “O”, esta vez con un sonido fuerte, y me ayudaba a pasar las contracciones. De repente sentí que algo salió y grite “Se me rompió la bolsa Vero”, que en ese instante me reviso y me dijo, “nos vamos ya, estás con toda la dilatación y en un primer plano”, claramente me explicaba así por ser partera y entender los términos (quiso decir entrando recién a la pelvis, y en una mama primeriza, en la posición en que estaba ubicada, nos daba tiempo a llegar).
Cuando me levanto, y comienzo a caminar por el pasillo de mi casa para poder salir, no podía controlar el pujo. Venía una contracción y las ganas de pujar salían de adentro de mí. Mi cuerpo estaba en modo parto, no conectaba mi razón con lo que sentía. Mientras tanto, Nico buscaba los bolsos, para subirlos al auto de Vero, mi ropa para vestirme en ese momento. Vero me vio como pujaba parada, me pidió si podía recostarme en la cama para revisarme mejor. Martina estaba avanzando muy rápido por el canal de parto y decidimos quedarnos en casa para que no sucediera el nacimiento arriba del auto, en medio de la autopista con una lluvia torrencial. El mejor lugar en ese momento era nuestra casa. Vero estaba preparada con todo lo que necesita para un nacimiento, y le avisamos a Estefi (amiga de la vida, partera y madrina de Martina) que llegó inmediatamente preparada con más cosas por si se necesitaba. Mariana aviso que no íbamos a usar la bañera del Otamendi y salió camino a mi casa.
Recuerdo estar acostada de costado izquierdo, mirando hacia mi ropero, y leía las frases positivas que había escrito durante el embarazo y que me acompañaron en ese momento, las repetía, me daban seguridad y fortaleza (“Mi cuerpo está preparado”, “Martina sabe nacer”, “El dolor es temporal, nuestro vínculo para siempre”, “Yo puedo”). No podía soltarlo a Nico, lo tenía agarrado de su mano y tiraba del bolsillo de su pantalón. En un momento Nico me pidió que no le vaya a morder el brazo porque cuando venía la contracción parecía que lo iba a hacer. Cuando rompí la bolsa las contracciones se hicieron muy intensas, intentaba hacer la “O”, no siempre las utilice porque por lo general sentía ganas de pujar, que salían desde mi garganta, con la boca abierta. Parí acostada en mi cama, con el amor de mi vida tomado de una mano, con mis amigas de la vida que me regaló la universidad, Estefi tomándome de la otra mano, y junto a Nico ayudaron a sostener mis piernas, que las sentía pesadas, con Vero tocando por primera vez a mi hija, cantando una melodía que ahora no recuerdo, pero que me dio mucha calma. Con los ojos cerrados, me repetía a mí misma que haga silencio, como si tuviera que callar mis pensamientos, todos los razonamientos que aparecían, y a Martina le decía “despacito mi amor, te amo mi amor”. En ese momento del expulsivo se me cruzaron en la mente mis abuelas Hilda y Virginia, ambas mujeres valientes que también parieron en su casa. Ellas parieron en su casa, ellas pudieron, me dieron fuerzas para atravesar este rito de pasaje. Escuchaba los latidos de Marti, sabía que estaba todo bien, y en un instante de pura intensidad, dolor, calor, frío, amor, la solté de mi cuerpo. Le di la bienvenida a este mundo, sentí la salida de su cabeza y abrí los ojos. Me quedé maravillada, sorprendida por lo que la vida me estaba regalando. El nuevo amor de mi vida nació, y nació una mujer diferente en mí. La puse en mi pecho, mire a todos agradecida, a Nicolas, nuestras parteras del amor, a Dios y nuestros ángeles guardianes que estuvieron cuidándonos. En ese momento llegó Mariana, que se encontraba apenada de no llegar un instante antes y también estuve agradecida a ella que nos cuidó en todo el embarazo. Me realizo unos puntitos, y luego compartimos juntos las primeras horas del postparto. Mariana y Nicolás prepararon un rico licuado para recuperar energía. Agradezco también a otra amorosa amiga partera, Nati, que llegó instantes después del parto y que nos acompañó también durante el postparto, la recuperación, la lactancia, preparar algo para comer y la reorganización de la casa.
Martina nos enseñó a fluir y a que a veces no es necesario programar las cosas para que sucedan y sean hermosas. Nos enseñó a adaptarnos, que improvisar no está mal y sigue siendo hermoso. Dejemos la programación para otras cosas., quiso llegar al mundo cuando quiso, donde quiso y con las personas que tenían que estar. Vino a llenar de amor, esperanza, paz y alegría nuestras vidas. Gracias a Mariana y Vero por el equipo que hacen y por acompañar nacimientos respetados en el lugar que sea.