Hoy es viernes 18 de julio, el país espera el anuncio del presidente: que las puertas se abran y podamos salir, o volver a entrar a nuestro juego de la vida.
Durante la cuarentena, escuché historias de finales, muertes, negocios que cerraron, relaciones que terminaron y modelos conocidos que se agotaron.
Al mismo tiempo, nuevos modos aparecieron. Muchos se reinventaron. Nacieron en nuevas formas o transformaron las que existían.
La nueva realidad…
Como será la nueva realidad de la que tanto escuchamos hablar? No lo sabemos.
Habrá que dar el paso, y avanzar sin que nadie nos lo anticipe.
Confiando.
Naciendo nuevamente como ya lo hicimos… tantas veces, sin saber bien cómo simplemente haciéndolo.
Tengo la sensación de estar presenciando un parto colectivo. Un Re nacer. Un Re inventarnos y repensarnos individual y colectivamente.
Saldremos a un mundo conocido y desconocido al mismo tiempo. No porque algo haya cambiado afuera, si no porque muchos transformamos algo interno.
Pienso en nacimiento, en parto, en transformación y me aparece mágicamente tu sonrisa querida Frida. Tus ojos brillantes, colmados de fuerza y alegría. Esa mirada tuya, tan particular, que ayuda a otros a nacer, a parir. A encontrar.
El 24 de mayo en medio de la cuarentena, fue tu cumpleaños. En el festejo por zoom, tu nieto te hizo una pregunta en relación a tu segunda vida, a la de eutonista y creadora del Método Frida Kaplan, y respondiste: ¨Me escuché y me respeté¨.
Durante días esa frase y vos, estuvieron dándome vueltas en mi cabeza.
Pensé en el nacer. En el parir. En tu historia y tu transformación…
De la manera amorosa en la que elegiste compartir algo tan tuyo, como el nacimiento de un nieto y lo convertiste en método. Y eso, que te fue útil esa primera vez a vos, se multiplicó por miles alrededor de todo el planeta acompañando nacimientos contenidos por la ¨O¨.
A casi 4 años del nacimiento de Río voy a confesarte que en su parto no hubo ninguna O.
Fue una cesárea fría, incómoda, sin ningún tipo de magia ni romanticismo.
Nada de lo que había visto en las películas o me invitaron a fantasear estuvo.
No se pareció a cómo lo imaginé, ni a como me prometieron que sería aquellos quienes decían saber.
Ni siquiera estuvieron las luces bajas que me había mostrado el DR L el día que lo conocí y me afirmó que hacía ¨partos respetados¨.
Si estaba Javi. El hombre que amo, el papá de Río… quien logra hacer mágicos incluso aquellos momentos que podrían vivirse como tragedias. Estábamos juntos, en contacto con la mirada mientras de urgencia sacaban a Río en un quirófano.
Y también estabas vos, Frida.
Estaba la atención y la claridad que ejercité de tu mano durante las clases del curso. Estaba la posibilidad de escucharme y respetarme que sin darme cuenta había aprendido.
Con lo primero que me encontré es que en las instituciones y en el sistema médico no están acostumbrados ni dispuestos a encontrarse con personas que se escuchan y esperan ser escuchadas. Una vez que se entra allí hay que entregarse, primero el propio cuerpo y después a nuestro hijo sin ningún tipo de pregunta ni cuestionamiento y muchas veces en contra de lo que sentimos…
Habíamos llegado al 8vo mes de embarazo y la colestasis me molestaba muchísimo. Más allá del picor sentía que algo no estaba bien, que el bebe no estaba bien. El Dr L no me dio mucha importancia cuando se lo comenté. Durante esa semana insistí contándole sobre mi malestar y preocupación, me hice algunos estudios pero todo estaba dentro de ¨los parámetros normales¨.
Era viernes a la noche llovía, hablamos nosotras un largo rato por teléfono y me sumergí en la bañadera, el lugar donde mejor me sentía por esos días. Veinte minutos después sonó el teléfono. Yo estaba todavía en el agua. Era El Dr L.
Como estas? Me pregunto.
Muy mal contesté.
Venite que te reviso, estoy con un parto programado en la clínica.
Sabía lo que seguiría, así que me hice el bolso, llevamos a mi hija a la casa de su papá y fuimos a la clínica.
Me hicieron un análisis de sangre, y los resultados confirmaron lo que sentía: había que sacarlo urgente.
Esperamos un largo rato, el Dr L tenía un parto programado y llegó otro de urgencia.
A las 23.48 hs nació Río. No pude ni siquiera verlo. Pedí, rogué , me enojé… necesitaba tener ese contacto. Me explicaron que lo llevaban a neo porque sus pulmones no estaban desarrollados.
Pero… y el contacto? No era que ni bien nacía lo pondrían sobre mi pecho?
No me podía mover, estaba en la camilla. Quería correr, llorar, pegar…. y apareció Javi con Río en sus brazos. Pude darle un beso y sentir su olor. Fue un instante. Todavía recuerdo el aroma tan dulce que tenía… Javi inclinado para que yo pudiera acariciarlo con mi mejilla, Río envuelto y una enfermera baja y regordeta que le gritaba desde atrás que volviera.
Aquí podría terminar mi relato. Río nació, lo llevaron a Neo y a mi a una habitación y diez días después estábamos en casa.
Esa es una versión posible de la historia. También hubo otra, donde tu presencia y tu método me ayudaron a transformar la realidad.
Yo quería quedarme cerca de Río, de mi bebé… no era algo racional. Necesitaba estar con él o mejor dicho sentía que teníamos que estar juntos. El protocolo de las maternidades no permiten eso. Lo llevaron a neonatología a un sector donde no podíamos entrar.
Discutí, me enojé, lloré hasta que Javi me convenció que descansáramos. Era de madrugada nos fuimos a dormir con la ilusión de que a la mañana siguiente podríamos verlo.
A las 430 de la mañana, primero un portazo, y luego las luces que se encendieron nos despertaron violentamente… yo estaba profundamente dormida, eran dos médicas venían a decirnos que Río había tenido una descompensación, que lo habían reanimado, dado antibióticos y no se cuantas cosas más… me levanté de un salto para ir a verlo!
No se puede, contestaron.
…Y entonces… para que despiertan a una mujer que acaba de parir a la mitad de la noche y le dicen que su hijo corre riesgo de vida?
Es el protocolo.
A partir de ese momento no puedo relatar cronológicamente nada de lo que sucedió. Perdí la noción del tiempo y del espacio. Sabía que ¨protocolo¨ y yo no estábamos de acuerdo en los pasos a seguir con mi hijo.
Protocolo tenía amplias ventajas, básicamente todos acataban lo que él decía. Yo no quería desautorizarlo, sólo quería estar con mi hijo.
Eso sentí. Eso hice.
Durante los siguientes días me impidieron el contacto con mi hijo, me dijeron que no iba a poder amamantar, y me aterrorizaron con la idea de que si no hacía lo que me decían , sería la responsable de una lista horrible de males que le sucederían a mi hijo.
Le pedí ayuda a mi obstetra, que además de ser a quien conocía y en quien confiaba, era quien me había llevado a parir allí. Me explicó que una vez que nace el bebe termina su trabajo y ya no puede hacer nada porque las decisiones quedan bajo responsabilidad de la clínica.
Quizás a las mujeres embarazadas deberían informarnos de todos estos protocolos antes de parir. Nada de lo que yo había imaginado estaba sucediendo.
Estaba en una situación de fuerza claramente desigual. Sabía lo que tenía que hacer… sabía que había otro modo posible del que ellos me planteaban. No podía pensar, tampoco hablar. Me levanté de la cama y fui hasta neo caminando lo más rápido que pude. Creo que fui corriendo , aunque los puntos de la cesárea apenas me permitían moverme. Un médico abrió la puerta que estaba cerrada con una cerradura digital y entré detrás de él antes de que la puerta volviera a cerrarse. Encontré a Río. Su imagen era impactante dentro de la incubadora con tantos cables y tubitos. Lo abrace con la mirada. Me explicaron que no podía tocarlo porque si lo hacía aceleraría su ritmo cardíaco y eso complicaría aún más sus pulmones.
Me decían ¨mami¨.
En mi segunda visita ya estaba más armada. Esperé que entrara un médico, observé su código de ingreso y cuando estuve sola lo usé y entré. Me acerque a la incubadora y le hice reiki primero, y la emisión de una O casi imperceptible después. Le hablaba en silencio. Era entre nosotros.
Con el paso del tiempo, logré hacerme invisible y permanecer casi todo el tiempo al lado de la incubadora. Conocía los turnos de las enfermeras, cuando ir y cuando no.
Me pasaba horas sentada a su lado. Cuando nadie veía, metía la mano y lo tocaba. Emitía la O y le hablaba. No puedo definir cuando fue, calculo que habían pasado 3 días cuando tuve la certeza y la confianza para abrir la incubadora y agarrarlo. El enfermero a cargo me vio, se acercó… y me ayudó. Me senté en la silla con mi bebe en brazos por primera vez. Me corrí la bata y lo puse cerca de mi pecho, de mi piel. Le hablé. Le prometí que faltaba poco para irnos a casa.
El enfermero me avisó que cambiaba la guardia, tenía que irme.
Volví 3 horas después y le habían cambiado el respirador. Sus indicadores habían mejorado. Me dejaron tenerlo en brazos otras enfermeras.
Me avisaron que si todo evolucionaba bien por la noche le darían de comer. De comer?! Hasta ese momento nadie me había hablado de lactancia. Qué le iban a dar de comer?
Leche de fórmula fue la respuesta.
De ninguna manera, si yo estoy aca lo voy a amamantar, dije.
Me explicaron que lo iban a alimentar por cánula, que él no podía succionar y que yo no me había sacado nunca leche, que no podría generar la cantidad necesaria.
Una puericultura me enseñó a sacarme leche y a pasarla a los frasquitos que debía entregar a neonatología. Anote todo, busque el set de extracción que me correspondía y me fui al departamento que nos habían prestado. Ya no teníamos una habitación en la clínica. Me habían dado de alta a mi, así que no tenía donde quedarme.
Nunca antes me había sacado leche. Aprendí. Saque y llevé.
Conseguí que esperaran mi leche la primera vez y reemplazábamos los tubitos antes de cada toma. Sabía exactamente en que horarios lo alimentaban. Llegaba siempre a tiempo para cambiar la leche, ponerlo sobre mi cuerpo y apretar la cánula. Pocos días después Río comenzó a tomar la teta.
Nadie podía creer la rápida recuperación de mi bebé ni mi comportamiento, sobre todo, otras madres que compartían la sala de Neo a las que invite a hablarles a sus hijos, a tocarlos, a acompañarlos.
No podemos saber qué hubiera pasado si… lo que todos vimos con claridad fue como cambiaban los indicadores, como se normalizaban los valores cuando Río escuchaba mi O.
Salí de la clínica firmando la responsabilidad de esa decisión. Río no fue dado de alta. Consulté con mi médico de confianza: podía tomar la teta, respiraba por sus propios medios, nos fuimos a casa.
Lo habíamos logrado! Sin gritar, sin denunciar… con las herramientas que me enseñaste. El amor. El respeto, la sonrisa y la posibilidad de transmitir con claridad el límite. Dándome cuenta cuál era mi verdad, mi forma y respetándola.
Pude entender las verdades de esos médicos y de esa institución y respetar las mías al mismo tiempo aunque fueran antagónicas. Encontré esa grieta por donde las personas podemos pasar sin lastimar ni lastimarnos. Ese punto de contacto entre las personas.
Parir no fue sólo el momento de la cesárea. Fue mucho más que eso.
Tu método llegó a mi vida con Río y me acompaña en cada nueva experiencia que se presenta. Escuchar a mi cuerpo, poner atención, observación sin juicio y actuar en consecuencia.
La O no estuvo en la sala de parto, estuviste vos, invisible y enorme, dándome las herramientas necesarias para escucharme y respetarme… probablemente todo lo que una mujer necesita para parir , (y vivir!) en armonía.
Gracias tía Frida por tanto, y a Río que con su llegada terminó de sellar nuestra unión que atraviesa tiempos y espacios y que es infinita.
Hada madrina, te amo.