La fecha probable de nacimiento ya había pasado y la gente preguntaba: "¿Y para cuándo Sabino?" Yo creía tener la respuesta, pero no se lo dije a nadie; era nuestro secreto.
El martes 17 de septiembre a las 7 de la mañana me levanté para ir al baño una vez más, y cayó un chorro de líquido. Al rato empecé a sentir "puntadas" y la partera me dijo: "Rompiste bolsa y estás dilatando, ¡ay qué lindo! ¡Va a estar buenísimo!"
En otros relatos de mujeres que rompían bolsa había escuchado que lo primero que hacían era irse a bañar y no entendía por qué se les daba por hacer eso justo en ese momento, pero sin darme cuenta me encontré en la misma situación: desayuné, me duché y le dije a Juan que todavía dormía: "Levantate que viene Sabino".
Llegamos al hospital a las 11, nos dieron una habitación bastante decente para nosotros solos, pusimos la música y el gato luminoso. Tenía 4 de dilatación y, aunque las contracciones fueron intensas, a las cinco de la tarde seguía con los malditos cuatro centímetros. La obstetra y la partera estuvieron de acuerdo, el proceso se había detenido, "necesitamos más contracciones, que entres en franco trabajo de parto". Entonces me acordé de algo que Frida menciona mucho, el hacer contacto. Me volví puro contacto hacia adentro, con el bebé, el útero, el suelo pélvico en la pelota. En cada contracción emitía una "o" que se fue volviendo "a", abría la boca, echaba la cabeza hacia atrás, sentía la cavidad de la boca que se abría y la boca del útero que se ensanchaba. El.afuera se borraba, me volví pura interioridad. Pura animalidad.
A eso de las 21 ya estaba llegando a cierto límite de tolerancia al dolor y pedí la epidural recordando la recomendación de la obstetra de que regulara la energía como para llegar con resto para pujar. Había sumado dos centímetros de dilatación.
Después de la anestesia fue todo bastante rápido, estuve dele pujar en la sala de preparto con la guía de la partera. A las 23 Sabino todavía estaba arriba de la pelvis y parece que estaba trabajando mucho... le bajaban las pulsaciones en cada contracción. Así que Ana Luz me dijo que si en una hora seguía sin estar encajado, hacíamos cesárea. Yo le dije que no hacía falta hacerlo sufrir una hora entera... que probáramos un rato y que la hiciéramos en seguida llegado el caso. A partir de ahí, repetí como una loca más de cien veces el mantra "Quiero que mi bebé esté bien".
La fecha probable de nacimiento ya había pasado y la gente preguntaba: "¿Y para cuándo Sabino?" Yo creía tener la respuesta, pero no se lo dije a nadie; era nuestro secreto.
El martes 17 de septiembre a las 7 de la mañana me levanté para ir al baño una vez más, y cayó un chorro de líquido. Al rato empecé a sentir "puntadas" y la partera me dijo: "Rompiste bolsa y estás dilatando, ¡ay qué lindo! ¡Va a estar buenísimo!"
En otros relatos de mujeres que rompían bolsa había escuchado que lo primero que hacían era irse a bañar y no entendía por qué se les daba por hacer eso justo en ese momento, pero sin darme cuenta me encontré en la misma situación: desayuné, me duché y le dije a Juan que todavía dormía: "Levantate que viene Sabino".
Llegamos al hospital a las 11, nos dieron una habitación bastante decente para nosotros solos, pusimos la música y el gato luminoso. Tenía 4 de dilatación y, aunque las contracciones fueron intensas, a las cinco de la tarde seguía con los malditos cuatro centímetros. La obstetra y la partera estuvieron de acuerdo, el proceso se había detenido, "necesitamos más contracciones, que entres en franco trabajo de parto". Entonces me acordé de algo que Frida menciona mucho, el hacer contacto. Me volví puro contacto hacia adentro, con el bebé, el útero, el suelo pélvico en la pelota. En cada contracción emitía una "o" que se fue volviendo "a", abría la boca, echaba la cabeza hacia atrás, sentía la cavidad de la boca que se abría y la boca del útero que se ensanchaba. El.afuera se borraba, me volví pura interioridad. Pura animalidad.
A eso de las 21 ya estaba llegando a cierto límite de tolerancia al dolor y pedí la epidural recordando la recomendación de la obstetra de que regulara la energía como para llegar con resto para pujar. Había sumado dos centímetros de dilatación.
Después de la anestesia fue todo bastante rápido, estuve dele pujar en la sala de preparto con la guía de la partera. A las 23 Sabino todavía estaba arriba de la pelvis y parece que estaba trabajando mucho... le bajaban las pulsaciones en cada contracción. Así que Ana Luz me dijo que si en una hora seguía sin estar encajado, hacíamos cesárea. Yo le dije que no hacía falta hacerlo sufrir una hora entera... que probáramos un rato y que la hiciéramos en seguida llegado el caso. A partir de ahí, repetí como una loca más de cien veces el mantra "Quiero que mi bebé esté bien".
En eso, me puse de costado, pujé y "lo metí", como me dijo después Ana Luz. En pocos minutos Sabino ya estaba listo para salir, y la obstetra no llegaba... yo escuchaba los comentarios "ya la llamé", "está viniendo"... Al fin llegó y en la sala de partos estuve pujando unos intermimables quince minutos, me decían "Ahí está, ahí está", pero siempre faltaba un poco más. El.ángel de Frida me alentó con fuerza, la escuchaba casi gritar "¡Dale, dale!, ¡soltálo, soltálo!", y nació Sabino a llanto pelado a las 23.55, al.filo del 17 de septiembre, cumpliéndome la.intuición de que nacería ese día.