Querida Frida,
El 15 de diciembre nació Martín. Fue por parto, a la semana 41,2, gracias a la paciencia de Mariana Rabinovich, mi obstetra, y sus parteras, Liliana Rondal y Verónica Pla. Para ese entonces yo ya estaba un poco ansiosa (la familia más aún) y temía que el trabajo de parto no se desencadenara por sí solo. Yo también nací como 10 días después de la fecha probable que tenía mi madre, y un 15 como Martín.
A la semana 41 la vi a Mariana y le transmití mi inquietud. El cuello del útero estaba algo más corto pero aún posterior y con un centrímetro de dilatación. Mariana ayudó centrándolo un poco, una maniobra que me dijo que ayudaría. Efectivamente, al otro día a la mañana perdí el tapón y a la tarde se me rompió la bolsa. Hablé con Verónica, quien estuvo como partera, y me dijo que teníamos para unas buenas horas en casa. De a poco empezaron las contracciones, y se fueron haciendo más frecuentes e intensas. El duvadilán no las frenó. Estuve en casa durante 7 horas y acordamos con Verónica encontrarnos a medianoche en la Trinidad. Llegué con 5 de dilatación y con un dolor ya muuuy fuerte en cada contracción. Las ooo de los inicios se habían transformado en un grito. Federico siempre me acompañó con las ooo y con algún masaje o apoyo. En ese momento, a medianoche, dije que aceptaba la anestesia. El anestesista, Walter, llegó de una guardia en otro lado a la hora de estar en la clínica. Para ese entonces ya estaba con 8 de dilatación, y la peridural fue un alivio. Luego empezó el trabajo de pujar, ya en la sala de partos. Al principio me costaba situar dónde estaba haciendo la fuerza y saber si la estaba haciendo bien, por tener la zona anestesiada. Desde el momento de la anestesia hasta la salida del bebé pasaron como cuatro horas durante las cuales Mariana y Verónica me tuvieron una paciencia inmensa. Practicamos distintas posiciones, en cuclillas, acostada, de costado, con ciertos ejercicios y movimientos que íbamos conversando. Durante la última hora las contracciones empezaron a sentirse de nuevo. Eso sirvió para saber adónde dirigía la fuerza. Los últimos pujos (fueron varios) requirieron de una fuerza que no sabía que tendría, pensé incluso que me iba a romper. Pero quería que saliera el bebé y puse mucho empeño. Mariana y Verónica siempre ayudándome y dándome aliento. Y también Fede, que gritaba los pujos tanto como yo. Quedamos todos agotados. Martín salió, ayudado con una episiotomía para evitar un desgarro. Ya queríamos que la cosa concluyera. Para entonces yo lloraba, no sé si de dolor o de emoción o ambas, de ver medio cuerpo del bebé afuera. Salió y me lo pusieron en el pecho, todo resbaladizo y lloriqueando un poco. El cordón latió durante unos cuantos minutos que fueron esperados. Luego lo cortaron y la neonatóloga me sugirió darle el pecho ya que abría la boquita. Una confluencia de emociones, temores y felicidad sentí en ese momento (y creo que me acompañan hasta hoy). Como le dije a Mariana, fue la mejor experiencia de mi vida. La más intensa, dolorosa y feliz. Ahora estamos durmiendo poco y muy contentos disfrutando cada cosita nueva que hace nuestro bebé, y haciéndonos a la nueva vida.
Te mando un cariño grande, y te agradezco tu labor y tu compañía, en especial el detalle de los mensajes y el llamado sobre la fecha probable, ya que conversar con vos me resultó un buen apoyo y tu gesto muy valioso.
Carolina y Federico