Querida Frida,
Finalmente, acá va el relato.. Oliver nació el 16 de enero (39,2 semanas) por parto. Venía con algunas contracciones muy leves y espaciadas desde hacía un par de semanas, tal como me habían dicho. Esa mañana tenía turno para hacerme un monitoreo de rutina y por la tarde turno con el obstetra. Fui al monitoreo, acompañada por mi mamá, ya que Gon estaba trabajando y como estaba cerca del consultorio del obstetra, cuando salí llamé para ver si podía ir en ese momento para no tener que volver por la tarde (cosas místicas del universo) y me dijeron que sí. Cuando me revisó el obstetra me dijo que estaba con casi 4 de dilatación. Me dijo que vuelva a casa, controle la frecuencia de las contracciones y hable con la partera. Yo estaba muy tranquila y sin dolor, por lo que pensé que todavía faltaba bastante. Volvimos a casa (con una parada técnica para comprar sandwiches de miga) y recibo un llamado de la partera consultando por qué no la había llamado. Le dije que todavía no estaba con las contracciones intensas y regulares cada cinco minutos como me habían insistido tanto que tenía que ser para llamar. Me pidió que empezará a tomar nota de la frecuencia y que en una hora se lo mandará. De ahí en más todo fue muy rápido. Las contracciones comenzaron a hacerse cada vez más seguidas, aunque seguían sin ser de esa intensidad insoportable que yo estaba esperando. Llegó Gon, seguimos controlando la frecuencia juntos y diciendo la O cuando venía alguna un poco más fuerte. 15.30 le mandé las anotaciones a la partera y me dijo que nos esperaba a las 16.45 en el tercer piso de la Suizo. Con Gon nos miramos, había llegado el momento. Regó las plantas, sacó la basura (por indicación mía jajja) y partimos muy tranquilos hacia la clínica. Hasta el momento las contracciones no eran tan fuertes, aunque se habían hecho cada vez más frecuentes y venían cada 2, 3, 4 minutos. Llegamos a la clínica, esperamos a la partera un ratito, que cuando llegó y me revisó dijo que estaba con 6 de dilatación y que nos quedábamos ínternados. Ahí empezó el dolor. En cuestión de segundos las contracciones se volvieron muy intensas y Gon me ayudaba a atravesarlas con el sonido de la O bien fuerte en la sala de espera. Después de lo que pareció una eternidad, nos hicieron pasar a la sala de parto. Yo entré primero y el tuvo que quedarse haciendo el papeleo de la internación. A todo esto ya eran las 18. El dolor se había vuelto muy intenso y la partera me pedía que vaya contra el impulso de pujar para no lastimarme, dado que la dilatación no estaba completa. Esa fue la parte más difícil y no fue más de una hora. Finalmente a las 19 llegó la tan esperada anestesia. Un alivio inmediato. Acto seguido, me subieron los pies, entró el obstetra y me pidieron que puje. Escuchaba tu voz, Frida, en mi cabeza "empuja con el sacro", "quién nace?" "dale, vos podés!". Me acordaba todo lo que habíamos practicado para ese momento y me concentré en hacerlo. No le solté la mano a Gon ni un instante. Él me alentaba y me recordaba lo cerca que estábamos. Creo que fueron tres pujos y un poco de ayuda de la partera y Oliver estaba afuera, sobre mi pecho, llorando y nosotros que no lo podíamso creer. No sé si fue lo que me esperaba. No sé qué esperaba. Todo se dio tan rápido que creo que no tuvimos ni tiempo de entender lo que estaba pasando hasta que lo tuvimos con nosotros.
Después de unos minutos, Oliver y Gon se fueron a hacer todos los controles que se hacen a los bebés recién nacidos y al volver, la neonatóloga me explicó que Oliver tenía la respiración muy agitada (Taquipnea) y que debía quedarse en observación. Después de varias horas sin que mejorará decidieron dejarlo internado. Estuvo 11 días en Neo. Fueron días muy duros, sobre todo volver a casa "sin panza y sin bebé" como decía el título de ese capítulo del libro, que no quise leer porque eso a nosotros no nos iba a pasar. Pero bueno... después de 11 larguísimos días, a Oliver le dieron el alta y nos fuimos los tres a casa y con los días pudimos ver el increíble entrenamiento que había sido nuestro paso por Neo y cuánto habíamos aprendido de las enfermeras, que fueron muy amorosas y a las que les estamos eternamente agradecidos por tanto amor y contención.
Ahora estamos los tres felices en casa, conociéndonos y disfrutando cada segundo. Como dijiste vos el otro día, la complicidad entre nosotros lo es todo y hace que los momentos más complicados sean llevaderos.
Gracias por todas tus enseñanzas, por tu amor y tus palabras. Estuviste presente en cada instante del proceso.
Te queremos mucho.
Gon, Oliver y Mai
3